APRENDAMOS A ORAR:

PRIMERO LO PRIMERO:  Arrepentirnos de nuestros pecados y limpiarnos a traves de la sangre de Jesus, porque si no hacemos estos, jamas nuestra oración será escuchada por Dios porque el pecado es lo que separa al hombre de Dios, porque justamente es el arma poderosa que tiene satanas para alejarnos de la salvación.

 PROVERBIOS 28:13 “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” El pecado se tiene que confesar con humildad y confesarselo a Dios con un profundo sentimiento. Una vez confesado, el Señor lo perdonará y lo olvidará. Tenemos que venir al Señor y decirle: “En mi corazón existe un pecado al que miro y me es difícil de abandonar, pero te pido que me perdones. Estoy dispuesto a renunciar a él, te pido que me liberes para que deje de estar en mí. No lo deseo en mí y me resisto a él, me siento impotente para dejarlo pero todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” El Señor pasará por alto nuestro pecado si lo confesamos delante de Él de esta manera. Entonces nuestra oración no será impedida, sino que será escuchada. No tenemos que tomar a la ligera este problema.

 

Como podemos estando inmundos, llegar al espiritu puro de Dios?  confesando humildemente nuestros pecados, humillandonos ante Dios y pidiendole misericordia y liberación porque Dios sabe que tenemos naturaleza carnal y que estamos tentados por el maligno. Tambien debemos pedirle a Dios en nombre de Jesus que nos dé espiritu de fortaleza para superar nuestras fallas.

 “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal. 66:18.) Si tenemos conocimiento de un pecado al cual nos mantenemos unidos en nuestro corazón, no seremos escuchados. ¿Qué significa mirar a la iniquidad en el corazón? Quiere decir tener un pecado en el corazón al cual no se quiere renunciar. Dios perdona las debilidades del hombre, aunque sean muchas. Pero si alguien es consciente de un cierto pecado y siente en su corazón placer por él, esa actitud es más que una debilidad de su conducta; eso se convierte en mirar a la iniquidad en su corazón

2. ES NECESARIO CREER:

“Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24)

  El que ora tiene que creer. Si no cree, la oración será inutil. Los acontecimientos relatados en Marcos 11:12-24 nos muestran que la oración tiene que estar fundada en la fe. El Señor salía de Betania con Sus discípulos. Tuvo hambre y viendo de lejos una higuera se aproximó para comer sus frutos, pero la higuera sólo tenía hojas. Él entonces la maldijo diciendo: “Nunca jamás coma nadie fruto de ti”.  La mañana del día siguiente, al pasar los discípulos por el lado de ella, vieron que la higuera se había secado de raíz. Ellos se sorprendieron grandemente. El Señor les dijo: “Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.  Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis [que lo habéis recibido], y os vendrá”.

  Quien pide tiene que creer, porque si cree recibirá lo que ha pedido. ¿Qué es la fe? Es creer que se ha recibido lo que se ha pedido en la oración

   Los cristianos tenemos con frecuencia poca comprensión acerca de la fe. El Señor dijo: “el que cree que lo ha recibido” lo recibirá; pero los cristianos pensamos que el que cree que lo recibirá obtendrá lo pedido. El Señor utiliza el verbo “recibir” en dos maneras distintas. Primero dice: “lo habéis recibido” y a continuación “veréis como se cumple”. Pero son numerosos los cristianos que ponen el énfasis y la fe en “veréis como se cumple”. Oramos al Señor creyendo que “recibiremos” lo que pedimos. Creemos que la montaña se “arrojará al mar”. ¡Parece que nuestra fe es grande! Pero en vez de poner la fe en “lo habéis recibido”, lo hemos entendido como “veréis como se cumple”. Pero no es ese el género de fe de la que habla nuestro Señor. La fe a la que se refieren las Escrituras es la que está ligada a “lo habéis recibido”. Lo cual es mucho más exacto que “veréis como se cumple”.

2. PERSISTIR Y PERSISTIR:

Tambien les frefirió Jesus una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar (lucas 18:1)

  La oración tiene también otro aspecto que puede parecer contradictorio con lo que venimos diciendo, pero que es también muy real, se trata de que tengamos que orar siempre y no desmayar. El Señor nos muestras que ciertas oraciones tenemos que hacerlas persistentemente. Tenemos que orar hasta, por así decirlo, importunar al Señor. Viniendo continuamente antes Él con insistencia. No se trata de una señal de incredulidad, sino especialmente de otra clase de fe, el Señor dijo:“Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” Esa clase de fe es la que cree que si se ora persistentemente, Dios acabará por contestar, aunque al comienzo haya habido o no promesa.

  Frecuentemente, no oramos por segunda vez por algo, porque en realidad no hemos pedido algo concreto. ¿Cuántas de nuestras oraciones las hemos repetido dos, tres o más veces? Son numerosas las que hemos hecho una sola vez y las hemos olvidado. ¿Nos extraña que el Señor también las olvide? Sólo podemos orar y persistir en la oración cuando nos enfrentamos con una necesidad real. Entonces nos encontramos en una situación que nos presiona y nos impulsa a orar. Mucho tiempo después nos podremos acordar de tal oración: “Señor si no actúas, continuaré orando”.

  Tal oración no contradice la de Marcos 11. Marcos nos incita a orar hasta que nos sea otorgada la fe, en ese caso no se dice que tenemos que orar siempre y no desmayar. Cuantas veces no está nuestro corazón en nuestras oraciones. Tales plegarias son inmediatamente olvidadas por los que las efectúan. ¿Cómo podemos esperar que Dios atienda a aquellas oraciones en las que no ponemos nuestro corazón? Nosotros mismos las hemos olvidado, y esperamos que Dios las recuerde. Eso no tendría que suceder. Por eso tenemos que aprender a orar y a hacerlo hasta que consigamos que Dios nos conceda lo que le pidamos.

  Si pedimos algo, tenemos que aprender a importunar a Dios. ¿Cómo podemos esperar a ser atendidos, si nosotros mismos hemos olvidado lo que hemos pedido? Si tenemos realmente una necesidad, siempre seguiremos orando sin desmayar jamás. Oremos hasta que Dios nos tenga que contestar.

 

3. ABRE UN CUADERNO DE PETICIONES.

  La oración se debe tomar seriamente como un trabajo que ha de ejecutarse.

  Algunas cosas prácticas pueden servir de ayuda, como el apuntar las peticiones en un cuaderno. De esta manera podremos saber cuantas han sido las peticiones que le hemos hecho al Señor,  cuantas nos han sido concedidas, y cuantas de ellas tenemos que continuar haciéndole a Él.

A lo largo de un solo año, le concedió Dios más de tres mil peticiones a Jorge Müller. ¿Cómo habría sido posible para éste conocer el número de las mismas si no las hubiese anotado? Una vez que hemos escrito nuestra petición en el cuaderno, se convierten en algo de lo que tenemos que tratar con el Señor. Nada se olvidará. Oraremos por tales cosas en muchas ocasiones, día a día hasta que nos sean concedidas.

  La gran ventaja de tener este cuaderno es conocer la cantidad de oraciones que nos han sido concedidas y el número de ellas que no nos lo han sido. Si no son oídas nuestras plegarias, si no nos la son concedidas, hay algo que no funciona. Por sí mismo el celo en orar es fútil si las oraciones no son contestadas. Si no está abierto el acceso a Dios, no podremos acceder a los hombres. El que no tiene poder delante de Dios, tampoco lo tendrá delante de los hombres. Tenemos que buscar el poder de la oración delante de Dios, si no existe tal poder, la oración no tendrá ninguna utilidad.

  La oración tiene un origen y una meta: el origen es la persona que ora y la meta, la cosa o la persona por la que se ora. A menudo la persona que es el origen tiene que sufrir una transformación antes de que se pueda conseguir alcanzar  o cambiar la meta. Es en vano esperar solamente que sea cambiada la meta. Tenemos que aprender a orar: “Señor ¿en qué tengo que cambiar? ¿Existe todavía un pecado que no ha sido tratado? ¿Existe aún un deseo personal que necesita ser purificado? ¿Hay alguna lección práctica de la fe que debo aprender? O acaso ¿hay algo en mí que  tengo que abandonar?” Si en nosotros existe algo que tiene que ser cambiado, tenemos que cambiarlo de inmediato para comenzar a orar con poder. Muchos hijos de Dios esperan ver como se realizan sus súplicas, mientras que rehúsan ser cambiados ellos mismos.

  Si todos aprendemos convenientemente la lección de la oración, en adelante la Iglesia será fortalecida en gran manera